Jose Ed. Sierra Vega

Jose Ed. Sierra Vega


Cliquez ici pour une version en français

Estoy deslumbrado. Deslumbrado porque el sueño ocurre en pleno día, justo después de la disipación de la neblina, en un hotel señorial de St Ives, ciudad de Cornualles. El mar cepilla las orillas de madera quemada, una tormenta de viento, el deseo de salir, pero finalmente acurrucarse en su cama, debajo de las cobijas, a la espera de que nada termine jamás, y leer Al Faro de Virginia Woolf. Deslumbrado porque hay luz, una delgada lluvia rosada, unos horizontes infinitos, la vida que te pega al rostro, atónito. Estoy en Luxemburgo, un país señalado bajo el punto de mira, pero que para mí siempre ha sido una fuente de emoción, desapego, asombro y apaciguamiento. Y no me sorprende encontrarme ahí con José Eduardo, Sierra, el un jovencísimo artista visual de Colombia. Nos cruzamos, reconocimos, entendimos al salir del Spielkartenmuseum de Grevenmacher.

Me saluda: Patrick Lowie, es genial encontrarlo aquí. Saco de mi bolsillo derecho un juego de naipes de Dieudonné, y de mi bolsillo izquierdo, el puñado de perlas finas recibidas en Cartagena de Indias. Vea, le digo, las perlas me acompañarán hasta el último día, y estas cartas me contarán el revés de la vida. Siento una verdadera admiración por el trabajo ártistico de José Eduardo, y este sueño materializa el deseo de conocerlo en persona. Está aquí, inmóvil, jeans y camisa de flores, ojos verdes, 
aunque yo soy daltónico. Encontrándose él mismo influencias de Mapplethorpe y Geairges Platt Lynes, me atrevo a decirle: adoro el aspecto crudo y erótico de sus autoretratos. Una limusina prestada por mi banco luxemburgués nos espera en la estación de Texaco. Yo vengo del jardín de las mariposas, me dice él. La luz cae sobre su mirada grave. Propongo al chofer que nos conduzca a la galería Hervé Lancelin, mientras el artista me muestra sus nuevos proyectos. Deslumbrado, otra vez y siempre. Tengo la impresión de que esto nació de un desamor, le digo. Él asiente. Le hablo de Mapuetos, del volcán, de ese mundo misterioso. Le hablo de los sueños, entiendo que su obra se basa en la obstinación por el selfie, en-creer siempre en los sueños, en entrar en un cuerpo que no le pertenece, un cuerpo deseado, como si recreara su propio cuerpo, partiendo de imagenes soñadas. Me quedo en silencio. Frecuentar la belleza es hermoso. Me lo imagino en una de estas cartas de Dieudonné, como el rey de corazones, el cactus entre los diez dedos, bañado por el pecado. Lanzo los dos dados de seis caras. Los coge y los lanza a su vez, con el mismo resultado. Veremos, me dice, estamos en una dimensión emocional, otro día quizás. La limusina nos deja frente a la galería. Una mujer lee un texto poético delante de un público atento: Sus ojos resplandecen de fuerza. De creatividad e imaginación. La exposición ha sido un éxito. El suyo y también el mío. (1)

(1) extrait de Vernissage, Patrick Lowie in Je suis héros positif Ed. EL 1995

Trad. Christine Renaudat